El Mercurio.
“A futuro, ir al hospital podría ser una apuesta”, afirma el doctor Peter Søgaard Jørgensen, del Centro de Resiliencia de la Universidad de Estocolmo.
Jørgensen ilustra así las consecuencias de lo que califica como tasas alarmantes de resistencia a los antibióticos. Sin nuevas formas de abordarlo, señala, las infecciones bacterianas se volverán “difíciles o imposibles de tratar”.
En un estudio publicado ayer en la revista Nature Sustainability, investigadores de 18 centros de Europa, Norteamérica, Australia, Brasil, China e India, dirigidos por Jørgensen, entregan los resultados de un estudio en el que advierten que algunas bacterias gram negativa, entre las que se incluyen patógenos tan comunes como las E. coli y Salmonella , causante de gastroenteritis la primera de ellas, y la K. pneumoniae, responsable de septicemia e infecciones del aparato respiratorio y vías urinarias, se han vuelto pan-resistentes o resitentes a la mayoría de los antibióticos existentes.
Los investigadores crearon un modelo para estimar el nivel de resistencia de bacterias ante antibióticos, estableciendo zonas de riesgo que van desde segura (no hay resistencia), incierta (los patógenos resisten solo a un fármaco) y sobrepasada regionalmente (pocos antibióticos efectivos) o globalmente (ninguno funciona).
El mismo esquema se aplicó para evaluar la resistencia ante herbicidas y pesticidas empleados en cultivos comunes y transgénicos. “Tanto los antibióticos como los pesticidas y herbicidas evaluados han sobrepasado la zona segura”, dicen los autores, quienes advierten que en el ámbito agrícola la mayor amenaza es el herbicida glifosato, cuyo impacto ya es regional. Su acción, señalan, ha hecho que más malezas se vuelvan multirresistentes a herbicidas.
Efecto ecosistémico
José Munita, académico de la Facultad de Medicina Clínica Alemana-Universidad del Desarrollo, destaca la mirada ecológica del estudio, al advertir que el uso indiscriminado de antibióticos “no solo ha creado resistencia a bacterias patógenas, sino que también está matando a bacterias susceptibles cuyos efectos son beneficiosos, por ejemplo, al contener la capacidad de las patógenas de producir una infección”.
Un ejemplo es la limitada habilidad de la microbiota humana de recuperarse tras un tratamiento contra la bacteria Clostridium difficile , causante de diarreas severas.
Munita, director del Núcleo Milenio para la Investigación Colaborativa en Resistencia Antimicrobiana (MICROB-R), que se inaugura mañana en el marco de la semana mundial de la concientización del uso de los antibióticos, destaca que para poder dimensionar la magnitud de la resistencia a los antibióticos en Chile, este centro analizará cómo surge la resistencia, cuánto antibiótico se está usando a nivel hospitalario y también en agricultura, ganadería y salmonicultura, y qué determina que ciertas bacterias resistentes se propaguen en nuestro país.